martes, 15 de julio de 2008

Ensoñaciones aéreas (segunda parte)

A raíz del hilo sobre las ensoñaciones aéreas he vuelto a pensar en el etéreo elemento que compone nuestra atmósfera y en una de las experiencias más increíbles que he tenido en él.
Como avancé existe una pasión por excelencia para mi que es la velocidad, pero reconozco que esta que os comentaré a continuación no le iría a la zaga, si pudiera practicarla por tiempo y sufragarla económicamente.
Como habrás ido adivinado tiene que ver con surcar el cielo.

Un sábado cualquiera de octubre, quedé para almorzar con varios de mis amigos de Castellón. Para los que no lo sepáis el almuerzo es algo sagrado en la comunidad Valenciana y básicamente es la ingesta de alimentos que se realiza entre el desayuno y la comida. Para entender esta tradición se debe tener en cuenta que los turnos de las fábricas son de 6 a 14 y de 14 a 22, con lo que se hace necesaria una comida intermedia por la mañana (almuerzo) y una por la tarde (merienda). Con esto, mucha gente, aunque no tengamos estos horarios, hemos adquirido la “sana” costumbre de practicarlo. Sobre todo, en mi caso, los fines de semana.

El restaurante que elegimos se llama las 3 banderas y está a unos 50 metros de la playa y del aeródromo de Castellón. Sentados en la terraza observábamos el despegar de avionetas y a la gente preparándose para saltar en paracaídas.

Comencé a comentar con mi amigo Pau, que yo siempre había tenido ganas de probar la experiencia de tirarme en paracaídas. Él comentó, que lo sucedía lo mismo y que para su 30 cumpleaños su hermana se lo prometió pero al final no pudo hacerlo y que este año para su cumpleaños le gustaría darse el capricho.
Medio en serio medio en broma decidimos informarnos. El precio es caro, pero te lanzas desde 4 Km de altura (o 4000 metros que parece más), eso si atado a un monitor profesional. Para poderte lanzar sólo, es necesario un curso y 7 saltos, que importan casi 2000 “pavos”.

Así que, y cómo estas cosas lo mejor es hacerlas en caliente, reservamos turno para el primer sábado que tuviesen disponible ellos y nosotros. Nos tocó para mediados de Noviembre.
Y allí nos presentamos el 17 de Noviembre, Pau y yo para tirarnos y Toni para vernos y realizar un pequeño reportaje gráfico.

Lo primero la sesión de briefting dónde en unos 5 minutos te explican cómo debes ponerte en cada fase del salto. Dos tonterías a recordar, que más adelante pude comprobar, se olvidan cuando la adrenalina recorre tu cuerpo.

Nos obligan a quitarnos las cazadoras y nos colocan el arnés. En tierra la temperatura pese a ser Noviembre es agradable (unos 20ºC) favorecida por el sol otoñal. Tras la espera de unos 30 minutos a que llegue el grupo anterior, nos llevan a la avioneta.



Éste pequeño artefacto tarda unos 15 minutos en conseguir llegar a la altura de 4 Km y lo hace como si fuese subiendo un puerto de montaña, dando unas tres vueltas a Castellón. Por tanto esos 15 minutos no son tiempo perdido. Disfruté como un loco localizando y reconociendo mi casa o alguna calle en concreto de Castellón y con la imagen que sólo había visto en ortofotos de la figura Castellonense y de los pueblos limítrofes.

Cuando estamos a 3500 m y a un par de minutos de tirarnos el monitor me ata literalmente a él mediante el arnés y me recuerda qué y cómo debo ponerme. En ese momento me doy cuenta de que estoy “pasando olímpicamente” de él. Sólo quiero que abran la puerta y lanzarme al vacío.

Por fin se abre la puerta de la avioneta. Por la situación que tenemos dentro de la avioneta soy el primero en lanzarme. Según nos explicaron el monitor se sentaría en el borde de la puerta, con lo que nosotros, los “atados”, estaríamos unos segundos suspendidos en el aire. En ese momento hay que flexionar las piernas bajo la “panza” de la avioneta. Estos segundos se hacen minutos, con tu cuerpo colgando en el vacío y la avioneta desplazándose. El mayor recuerdo que tengo es el frío. Pasamos de esos casi 20º de tierra a un frío que hizo que sin mi cazadora comenzase a tiritar.

En el siguiente instante el monitor se da un pequeño impulso y se comienza a dar vueltas en redondo. No se cuantas vueltas dimos en mi caso, pero a mi particularmente me parecieron excesivas. Al llegar a tierra el monitor me reprendió porque debía haber curvado más el cuerpo. Parece ser que de esta forma él hubiese conseguido estabilizarnos mejor y no hubiésemos dado tantas vueltas. Obviamente pese a lo fácil que era, lo olvidé, concentrado como estaba en ver acercase el suelo.

Una vez estabilizados comienza la caída libre hasta unos 2000 metros del suelo. Son pocos segundos, en los que sólo notas aire pasando muy rápido, frío y el moquillo “cayendo” hacía arriba. Pese a que la velocidad estacionaria de caída es de unos 200 Km/h el ruido y el frío hace que parezca mayor. En mi moto he alcanzado velocidades de ese tipo y el aire no golpea igual de fuerte a como lo hace a esa altura. Todo se agrava con la dificultad para respirar.
Lo que más recuerdo es esto; la sensación de ahogo y frío.

A continuación viene la fase de desplegar el paracaídas. En ella el “atado” debe juntar los brazos al pecho a una indicación del monitor. Yo concentrado como estaba en respirar notaba como alguien daba golpes en mi hombro cada vez más fuerte sin entender que ésta debía de ser la señal. Al final mi absorta mente entendió lo que debía de hacer y junté ambos brazos.
El tirón que se produjo en unos segundos fue de órdago. Incluso los oídos me quedaron taponados por la presión.
Esta fue la parte en que disfruté como un niño. Ves la tierra aún a un kilómetro y algo de altitud y cómo te aproximas a ella muy lentamente. Todo está muy silencioso y hacía incluso calor.
El monitor me explicaba que para acelerar la caída se tenía que tirar de unos de los dos controladores de dirección del “paraca” con lo que comenzabas a dar vueltas en círculo acelerando la velocidad. No le hacía caso. Estaba disfrutando tanto que no me interesaba la velocidad de caída, sino estar así el máximo tiempo posible.



Al final cuando la altura es de unos cientos de metros el monitor se vuelve a hacer con el control y se desciende a tierra. La llegada con este tipo de paracaídas es bastante suave y lo único que debe hacer el “atado” es levantar las piernas.





Como os digo es una satisfacción llegar a tierra firme, pero las sensaciones de la paz de la caída planeando como a cámara lenta con el paracaídas desplegado, fue para mi increíble.
Algún día espero volver a realizar esta experiencia. Incluso no descarto sacar el título para poderme lanzar sólo. Pero por ahora con este recuerdo me basta.



Os recomiendo a todos realizar, al menos una vez en vuestra vida, una experiencia de este tipo, porque creo de verdad que no os defraudará y obtendréis sensaciones y recuerdos que sólo en el aire se pueden lograr.

4 comentarios:

Jesús Rodríguez Ferreras dijo...

¡Pero qué cara de felicidad se te ve en la última fotografía! En mi lista de hacer cosas estará en la posición 1999, pero que le vamos a hacer.

¡Ah! Por cierto me enteré ayer que Sandín vive en Castellón, para que no te asustes sí te lo encuentras por la calle.

Un abrazo.

Ruben dijo...

Tiene que ser una experiencia inolvidable, si no fuese tan cara estaria en mi lista de cosas importantes a hacer en el futuro.
Por cierto, hoy tampoco puedo escribir en el blog de Chuchi, y aqui me queda un minuto, asi es que voy rapido:
En las opos tengo 6,3 que no me sive ni de lejos para tener plaza.
Un saludo.

Inzert dijo...

Esoperare a verte y que me cuentes de que va esta entrada, aunque por las fotos veo que te has tirado a un tio en paracaidas, perdón, con un tio en paracaidas.

Muy largo para leer a pesar de las fotos que pusistes.

Fredy_ven_a_20 dijo...

Es caro, pero la verdad es que una vez en la vida se puede permitir.

Por cierto Inzert casi consigo que te lo leas. Ya es un avance. tendré que intercalar más fotillos entre el texto.

Joer Rubén, un 6,3 es una buena nota, aunque no tengas plaza quedarás bastante bien, supongo.